Jóvenes Eternamente

Escuchar, juzgar y actuar

 


 

POL 3.14 os sonará por el temazo “Lo que no ves” en una de las escenas más famosas de “Los Hombres de Paco”. La verdad es que yo era muy pequeña pero todavía me acuerdo, si sois más jovencitos quizá os toque googlear o tirar de YouTube (vale la pena). “Tu me enseñas que se puede querer lo que no ves”, dice la canción: si lo pensáis, tampoco nos vendría mal la letra para la sección. Pero en 2012 el grupo lanzó otra delicia, “Jóvenes Eternamente”, que suena en la serie “El Barco” y en la película “Fuga de Cerebros 2”. Me alegré de que la canción volviera a mí en un viaje en coche este agosto. Ahora os cuento por qué me lleva a Dios.

¿Cuántos actos de fe realizamos inconscientemente a lo largo de un día? Hay muchas cosas que no podemos afirmar con total certeza, y no por ello nos producen especial inquietud: “no está demostrado que el sol se quede fijo ahí y que la luna y las estrellas vayan a estar para que las puedas tú mirar”. Entonces, claro, si no todo se puede probar, tampoco “está demostrado que yo tenga que morir”, ironiza la canción. A nadie nos gusta pensar en el final, y menos a nuestra edad, es duro. Pero no va mal recordar de vez en cuando que, ni todo es ciencia cierta, ni lo tenemos todo bajo control, ni tenemos idea del tiempo que nos queda, vaya, que, a fin de cuentas, sabemos muy poco de casi nada. Pero podemos vivir con ello.

Somos jóvenes y nos creemos eternos. “A mí me gustaría que vivamos para siempre y que seamos jóvenes eternamente”. Y a quién no. Esta canción es un himno precioso a nuestra juventud, a nuestra manera de entender y estar en el mundo, a las ganas de vivir y a la energía que desprendemos, con la que nos lo llevaríamos todo por delante. Somos inconstantes y caprichosos, sí, pero, cuando algo nos mueve de verdad, somos capaces de cegarnos a todo lo demás, nos deja de importar “si es verano o es invierno”, “el pasado y el futuro”. Vivimos el presente. O lo intentamos.

Pero la canción es un baño frío: ni vamos a ser siempre jóvenes, ni disponemos de todo el tiempo, ni vamos a dejar el mundo patas arriba. ¿Es esto motivo suficiente para tirar la toalla? Pues no, hay opciones. Y aquí encaja lo que yo entiendo como una invitación de Jesús a una vida plena: “si tú quisieras vivir conmigo para siempre, entonces, tú serías diferente al resto de la gente”. No es precisamente la entrada a un club super-chachi-top- guay rollo elitista, la invitación de Jesús a seguirle y vivir según su Palabra es agradable, pero hasta cierto punto. Serás “diferente” porque ya no podrás dejar de ver injusticias, porque te va a resultar imposible pasar de largo cuando te encuentres a alguien enfermo o malherido en el borde del camino, porque vas a alzar la voz cuando creas que hay que hacerlo, porque vas a estar de parte de los más pobres, los más débiles, los invisibles y silenciados. Y cuando este estilo de vida se haga cuesta arriba, que lo será, cuando te sientas “derrotado”, te refugiarás en Él y te hará “más fuerte”.

Por fuertes que seamos, cargar con el peso de la cruz puede llegar a ser insoportable. Más cuando nos damos cuenta de que no vamos a “encontrar la manera de que no tenga que morir”. Jesús muere por nosotros, y ya no podemos hacer nada para que no sea así.
¿Nada? Podemos hacer que su Amor por el mundo haya valido la pena.

Somos tozudos. Nos empeñamos en ir solos, en no dejarnos ayudar y cuidar por Dios y por los demás. Por eso la frase “y yo, que no puedo estar sin ti” me parece una declaración hermosa, sincera y humilde que le hacemos a Dios: no podemos vivir sin Él.

Aun así, en ocasiones lo hemos intentado, porque es más fácil y menos doloroso. Pero volvemos (y la puerta de casa sigue abierta). Volvemos, no precisamente porque nos guste sufrir en plan drama amoroso, sino porque es donde nos sentimos realmente felices, plenos, aceptados, valorados, queridos tal como somos. No un felices de posturear en Instagram, alegres, de verdad. Entonces Él nos “graba en su cabeza cuando no paremos de reír”, porque nos quiere felices como perdices y vamos a serlo.

Acabo: “¿qué harías si tuvieras todo el tiempo de este mundo y no hubiera que cambiar nada del tuyo?”. Seguramente aburrirnos. Hay tanto por hacer y tan poco tiempo para hacerlo. Es la hora de hacer realidad el sueño de Dios.


Alba Martorell.
Responsable del sector de jóvenes de ACG de Tortosa.

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