Preparando el Domingo (Adultos y Jóvenes)
XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
“LO QUE DIOS HA UNIDO, QUE NO LO SEPARE EL HOMBRE”
6 de octubre de 2024
PRIMERA LECTURA:
"Y serán los dos una sola carne” (Génesis 2, 18-24)
SALMO:
"Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida” (Salmo 127)
SEGUNDA LECTURA:
"El santificador y los santificados proceden todos del mismo” (Hebreos 2, 9-11)
EVANGELIO:
"Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (Marcos 10, 2-16)
En aquel tiempo, acercándose unos fariseos, preguntaban a Jesús para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?». Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?». Contestaron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla». Jesús les dijo: «Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.
De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».
Acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él». Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.
(Marcos 10, 2-16)
MATRIMONIO Y PLAN DE DIOS.
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Prácticamente en todas las familias encontramos personas divorciadas; algunas se han vuelto a casar, otras no… Las circunstancias son muy variadas. Y a los cristianos se nos plantea la situación de estas personas en la Iglesia. En demasiadas ocasiones se han encontrado con rechazo, o se ha asumido implícitamente que ‘están fuera de la Iglesia’, pero no es así. Y, puesto que es algo que nos afecta directa o indirectamente a todos los que somos y formamos la Iglesia, en el Sínodo Universal que se está celebrando en Roma se ha planteado desde el principio esta cuestión.
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Tras la primera sesión del Sínodo, en octubre de 2023, la Asamblea propuso «promover iniciativas que permitan un discernimiento compartido sobre cuestiones doctrinales, pastorales y éticas controvertidas, a la luz de la Palabra de Dios, de la enseñanza de la Iglesia, de la reflexión teológica y valorando la experiencia sinodal».
El punto de partida es Jesús. «Las páginas del Evangelio muestran a Jesús encontrando a las personas en lo concreto de su historia y sus situaciones. Él no parte de prejuicios ni etiquetas, se implica por entero, exponiéndose, incluso, a la incomprensión y al rechazo».
Y hoy hemos escuchado en el Evangelio lo que dice Jesús acerca del matrimonio. En aquella época, el divorcio era bastante común, y los hombres podían repudiar a su mujer por motivos nimios. Cuando los fariseos le preguntan: “¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?”, Jesús no entra en polémicas sobre la interpretación de la ley, sino que va directo a la raíz, al Plan de Dios, que también hemos escuchado en la 1ª lectura: “Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. Jesús señala que el matrimonio no es sólo un acto social o legal, sino que forma parte del Plan de salvación de Dios para la humanidad. Moisés permitió el divorcio debido a la debilidad humana, y al desconocimiento de ese Plan de Dios. El matrimonio es como un reflejo del amor de Dios, que permanece unido fielmente a nosotros a pesar de las dificultades.
Y es dentro de ese Plan de Dios donde hay que entender las siguientes palabras de Jesús: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Jesús afirma la indisolubilidad del matrimonio como parte del Plan divino, y nos invita a entenderlo y vivirlo desde la perspectiva del amor fiel y eterno de Dios.
Jesús no está imponiendo una carga imposible, sino que llama a los esposos cristianos a vivir el matrimonio confiando en la gracia de Dios, que les llega a través de la oración, los Sacramentos y la comunidad cristiana, para que puedan vivir su vocación matrimonial.
Pero no es fácil vivir el matrimonio, que requiere esfuerzo y sacrificio y una vivencia activa de la fe, y que puede romperse. Por eso, ante la realidad de que las personas divorciadas se sienten a menudo como ‘excluidas’ de la Iglesia, el Sínodo «nos recuerda que no podemos sostener a quien tiene necesidad de ayuda, si no es a través de nuestra conversión personal y comunitaria. Si utilizamos la doctrina con dureza y con actitud judicial, traicionamos el Evangelio; si practicamos una misericordia “barata”, no transmitimos el amor de Dios».
No se trata de ‘cambiar la doctrina’ ni de ‘rebajar la exigencia’. Es necesario un profundo discernimiento «siguiendo con paciencia el camino del acompañamiento. Es importante tomar el tiempo necesario para esta reflexión y emplear las mejores energías, sin ceder a juicios simplistas que hieren a las personas y al cuerpo de la Iglesia. Muchas indicaciones que ya ha ofrecido el Magisterio esperan ser traducidas en apropiadas iniciativas pastorales». -
¿He entendido el matrimonio como parte del Plan de Dios? ¿He vivido personalmente o en alguien cercano un divorcio? ¿Conozco personas divorciadas que se sienten excluidas de la Iglesia?
La realidad de las personas divorciadas nos cuestiona como Iglesia y, como propone el Sínodo, «habrá que preguntarse cómo prestar, en los distintos discernimientos, una mayor atención a la diversidad de situaciones».
Mientras la reflexión continúa, debemos ir a la raíz, al conocimiento del Plan de Dios: para ello es necesaria una preparación adecuada para el matrimonio cristiano, apoyar a las parejas en crisis y ofrecer acompañamiento pastoral a quienes han experimentado rupturas.
Y siempre siguiendo el ejemplo de Jesús. Él «hace posible con su presencia una nueva vida; quien lo encuentra sale transformado. Esto sucede, porque la verdad de la que Jesús es portador no es una idea, sino la misma presencia de Dios en medio de nosotros». Lo que Jesús propone no es una meta difícil y casi inalcanzable, sino un camino de crecimiento en el amor que se recorre día a día con la ayuda de la gracia de Dios.