Vis a Vis

Escuchar, juzgar y actuar

 


 

Hace poco estuve en el Navarra Arena viendo a los Estopa. Disfruté como un niño porque para mí son especiales. Y cuando tocaron “Corazón Sin Salida”, del último disco, el sentido de la canción cambió y, de pronto, Tú también estabas en ese concierto.

Hoy, al volver a escuchar la canción, me apetece escribirte. Sin rodeos. Porque, ¿sabes?, muchas veces no es fácil encontrarte. Conectar contigo. Nos hemos podido descuidar en algún momento. Es tan fácil hoy en día… aunque, mejor dicho, he sido yo quien te he descuidado. Ahora hacía mucho que no te escribía.

Pero tú “te acercas demasiado tantas veces”, que siempre hay algo que me hace volver a ti. No sé si eres consciente de todo lo que tengo tuyo. De cada vez me he quedado “un poquito de tu sombra”. Me conoces bien: “tú sabes lo que a mí más me enloquece”. Sabes qué teclas tocar para que mi melodía vuelva a sonar (y suene bien). Me das vida, “me muero cuando tus labios me nombran”, porque me haces sentir único y especial. Contigo todo vuelve a girar con una fuerza inexplicable.

Poco a poco, hemos “aprendido a soñar el mismo sueño”, sí, tu sueño, “El Sueño de Dios”. No me negarás que, a nivel de marketing, tiene punch, potencia. Pero realmente es así de verdadero: cuando lo pruebas y lo sientes en el corazón, te das cuenta de que “no nos sobra ni un momento” y que ya es “imposible retroceder”. “Solo una gota de tu saliva”, un pequeño gesto, en el que reconocerte, es lo que me da “la receta prohibida”. ¿La receta de qué? La de comerme el mundo, la de levantarme del sofá y querer transformarlo. Generas algo especial en mí, una sensación por la cual “este corazón se quiere salir”, como si estuviera “cansado de esperar”, ansioso de anunciarte, para que el resto te pueda conocer. Para que juntas y juntos hagamos de este lugar algo así como tu cielo en la tierra.

Con los años y algo de paciencia, he aprendido a frenar de vez en cuando, “a cruzar juntos la calle”; y “a vivir sin ladrones ni policías”: sin tanta preocupación, sin nada que esconder. Me enseñas lo verdaderamente importante de la vida. Contigo, no todo es blanco ni todo negro, las cosas no están ni tan bien ni tan mal, porque detrás siempre hay alguien a quien escuchar y acompañar. Vivir contigo no es fácil porque me cuestionas y me enfrentas cara a cara con la realidad. Pero también he descubierto que “cuando subes la montaña viene un valle y después del hastío, la fantasía”. Y así me di cuenta de que mereces la pena, vaya que si la mereces.

A estas alturas, sólo puedo decirte una cosa: “Che, ¡qué bueno que viniste! Vamos juntos al jardín de la Alegría”.

Endika Prieto - Diócesis de Bizkaia

Imprimir Correo electrónico