Nos preparamos, con alegría y esperanza, para celebrar la próxima Asamblea General de Acción Católica General. Lo hacemos acogiendo la invitación que nos hace el Papa Francisco en el n. 30 de Evangelii Gaudium, de entrar «en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma».
Estamos convencidos de que es necesario pasar «de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera» (EG 15). Juan Pablo II nos invitó a reconocer que es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio a los que están alejados de Cristo, porque esta es la tarea primordial de la Iglesia. La causa misionera debe ser la primera (Recogido en EG 15). Así mismo Juan Pablo II expresó que, si la Iglesia «debe cumplir su destino providencial, la evangelización, como predicación alegre, paciente y progresiva de la muerte y resurrección salvífica de Jesucristo, debe ser vuestra prioridad absoluta». (Recogido en EG 110)
Por esta razón hemos elegido este lema que nos lleva al corazón de nuestra misión:
ANUNCIAR A JESUCRISTO CON OBRAS Y PALABRAS.
«El anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario» (EG 35). Esto supone entrar en la vida de las personas, habitarlas con pasión, con compasión y esperanza.
Así, toda la Iglesia ha de ponerse en clave de misión y para ello el Papa nos invita a todos, por tanto la ACG no puede quedar al margen de ello, a «ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores» (EG 33).
«La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia (...). Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar» (Pablo VI, Evangelii Nuntiandi 14)
Evangelizar significa, en primer término, dar testimonio del Dios revelado por Jesucristo, mediante el Espíritu Santo. Ahora bien, precisando el contenido de la evangelización, su mensaje explícito dice relación a los derechos y deberes de la persona humana, a la vida familiar, al desarrollo de la vida social, a la justicia y a la paz internacional, al desarrollo, a la liberación. «La Iglesia tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos; el deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total» (EN 30). De esta forma, la exhortación apostólica ampliaba el dinamismo de la acción evangelizadora a la promoción humana, frente al hambre, el analfabetismo, la pobreza, la injusticia, el neocolonialismo económico, cultural y político.
El primer anuncio o kerigma, debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial (EG 164). El objetivo no es otro que dar el paso de la “conservación” a la “propuesta”, o dicho con otras palabras, pasar del “mantenimiento” a la “misión”. El primer anuncio no busca una totalidad extensiva, sino una totalidad intensiva. Anuncia el corazón del Evangelio en el corazón de la vida humana. El primer anuncio evita la reducción del cristianismo a una moral e inaugura el cristianismo de la gracia y de la libertad (EG 168). No se trata de decir lo que no hay que hacer, sino lo que podemos hacer mejor.
Por eso, este anuncio de Jesucristo, lo haremos, en primer lugar con obras, a imitación de Jesús «que pasó haciendo el bien y curando toda dolencia» Cfr Hch 10,38. Inspirados y ungidos por el Espíritu Santo nos acercamos a cada persona que sufre en su cuerpo o en su espíritu, siendo para ellos el consuelo de Dios. Estas acciones, signo de nuestra coherencia de fe, posibilitarán el que sea una realidad el anuncio del Evangelio, harán creíble ese anuncio y suscitará en los demás la pregunta sobre la fe.
Queremos que esta asamblea nos ayude a hacer posible que todas nuestras estructuras y acciones como ACG, se vuelvan más misioneras, para que todo lo que programemos se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual (Cfr. EG 27). Pablo VI en E.N. decía que la Iglesia evangeliza no solamente con sus palabras, sino también con la forma en la que se da en la historia. Su organización revela su misión. De esta manera, también nuestra forma de organizarnos, ha de transparentar el espíritu misionero a que estamos llamados.
Estamos llamados a mirar hacia adelante, siendo la comunidad de la propuesta. Estamos llamados a dejar de ser masa y ser levadura en la masa. Es un momento para pasar de una fe por «convención» a una fe por «convicción». «Lo viejo ha pasado. Ha comenzado lo nuevo. Y todo viene de Dios» (2 Cor 5,17-18) Nuestro ambiente está necesitado de un segundo “primer anuncio”. ¿Cuál es el tiempo mejor para ese segundo “primer anuncio”? Las fisuras que se abren en la vida de todo ser humano. No son los períodos de estabilidad (cultural, afectiva, laboral…) los que propician el segundo anuncio, sino los momentos de crisis. Crisis por exceso: comenzar a ser padres, un nuevo trabajo… o crisis por defecto: una muerte cercana, soledad, fracaso. Estos umbrales primero se harán sentimiento, luego invocación y acción de gracias, finalmente profesión de fe y para ello es necesario:
- El testimonio de alguien que ayude a descubrir la presencia de Dios.
- La manifestación del que vive la experiencia y llega a reconocer: «Dios estaba allí y yo no lo sabía». (Gn 28,16)
El contexto cultural actual con la profunda crisis que arrastra, a todos los niveles, es un tiempo favorable para este segundo “primer anuncio”. Pero tiene que cumplirse una condición: ¿Cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? (Rom 10,15)
Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. (EG 49)
Pero ese kerigma ha de resonar conectado con las situaciones vitales. Por ejemplo, ante el nacimiento de un niño, presentar la paternidad de Dios que nos ama y nos cuida; a la hora de presentarlo a los jóvenes, hablar de un Dios que tiene proyectos de vida y felicidad para ellos, un Dios que nos ayuda a descubrir la vida…
“No nos dejemos robar la alegría
evangelizadora” (EG 83)
“Salgamos a ofrecer a todos
la vida de Jesucristo” (EG 49)
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