Preparando el Domingo (Adultos y Jóvenes) II

FESTIVIDAD DE LA INMACULADA Y III DOMINGO DE ADVIENTO

FESTIVIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

ALÉGRATE, LLENA DE GRACIA, EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO

6 de diciembre de 2022

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consiliarios ACG

PRIMERA LECTURA:
“Pongo hostilidad entre tu descendencia y la descendencia de y la mujer” (Génesis 3, 9-15.20)

SALMO:
“Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas” (Salmo 97)

SEGUNDA LECTURA:
“Dios nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo” (Efesios 1, 3-6.11-12)

EVANGELIO:
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lucas 1, 26-38)

 

En aquel tiempo el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.”. 

(Lucas 1, 26-38

¿DÓNDE ESTÁS? 


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    Hoy casi todos estamos conectados mediante telefonía móvil, internet… Según algunas encuestas, más del 90% de la población tiene un teléfono inteligente. Estar conectados nos permite realizar muchas acciones cotidianas: mantener el contacto con familiares y amigos, realizar operaciones bancarias, pagar en comercios, teletrabajar, acceder a la información, realizar gestiones en entidades públicas… Ya no nos podemos imaginar la vida sin estar conectados. Pero esa conexión continua también tiene desventajas: genera dependencia; se debilitan las relaciones sociales, que quedan reducidas a mensajes; cuando falta o falla esa conexión, dejamos de poder hacer muchas de esas gestiones; aumenta nuestra vulnerabilidad ante ciberdelincuentes; las personas que, por algún motivo, no tienen acceso a la tecnología quedan excluidas de la vida económica y social…

     
     

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    Jesús, en el Evangelio de este quinto domingo de Pascua, nos llama a descubrir la necesidad de estar conectados a Él, y lo hace con el ejemplo de la vid y los sarmientos: la vid es la planta cuyo fruto es la uva, y consta de una cepa o tronco de donde salen los sarmientos, unas ramas largas donde brotan las hojas y los racimos.

    Y, desde esta imagen, Jesús dice: “Yo soy la verdadera vid, vosotros los sarmientos”. Jesús es la verdadera Vid, de quien brota la verdadera ‘Vid-a’; para poder recibir esa Vida, necesitamos estar conectados a Él: “el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante”.

    Y nuestra conexión con Él no debe ser ocasional, sino continua, porque igual que el sarmiento necesita ‘estar conectado’ a la vid o, de lo contrario, se seca, también a nosotros nos ocurre lo mismo cuando nos falta la conexión con Jesús o esta conexión es esporádica: “Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí; porque sin mí no podéis hacer nada”. Por eso, del mismo modo que sin estar conectados a internet apenas podemos llevar adelante nuestra vida diaria, sin estar conectados a Jesús nuestra vida cotidiana queda limitada a un ‘pasar los días’, sin una verdadera meta y esperanza, sólo esperando el final. En cambio, si estamos conectados a Jesús de forma continua daremos “fruto abundante”, porque estamos conectados a Quien es la ‘Vid-a’ y nuestra fe y nuestra vida van unidas, aunque a veces se nos olvide.

    Al contrario que nos ocurre con estar conectados a internet, estar conectados continuamente a Jesús sólo nos aporta ventajas: no genera dependencia sino verdadera libertad para discernir y actuar; también fortalece nuestras relaciones sociales, porque están basadas en el mandamiento del amor, ‘como Él nos ha amado’; y nos hace fuertes para resistir a las tentaciones y amenazas que nos rodean; y, sobre todo, la conexión a Jesús está al alcance de todos, nadie queda excluido de ella, aunque a veces haya que ‘podar’, cortar con algo, para poder dar más fruto.

    Tenemos el ejemplo de san Pablo, que hemos escuchado en la 1ª lectura: él había perseguido a la Iglesia, de hecho, “todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera discípulo”. Pero “él les contó cómo había visto al Señor en el camino y lo que le había dicho”. San Pablo se conectó a Jesús, se dejó podar sus prejuicios e ideas preconcebidas y, a partir de ese momento, “estuvo actuando valientemente en el nombre del Señor”, dando fruto abundante no sólo en su tiempo, sino también ahora.

     
     

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    ¿En qué grado estoy conectado a internet en mi vida cotidiana? ¿Qué ventajas me aporta y qué desventajas? ¿Estoy conectado a Jesús de forma continua o esporádica? ¿Siento que Él es mi ‘Vid-a’? ¿Cómo puedo mejorar mi conexión con Él? ¿Qué fruto doy? ¿Me dejo ‘podar’ si es necesario?

    En la 2ª lectura, san Juan nos ha dicho: “No amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras”. Para amar de ese modo, necesitamos estar conectados a la ‘Vid-a’ que es Jesús. No nos sequemos espiritualmente, permanezcamos en el Señor, estemos conectados a Él continuamente, aprovechando todas las oportunidades en las que podemos sentir su mayor ‘cobertura’: oración, Eucaristía, formación, compromiso evangelizador… y dejándonos ‘podar’ en la Reconciliación, para dar fruto abundante, para ser de verdad discípulos de Quien es la verdadera ‘Vid-a’, de la que nadie queda excluido.

     
     

III DOMINGO DE ADVIENTO

ALÉGRATE, LLENA DE GRACIA, EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO

11 de diciembre de 2022

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Domingo

PRIMERA LECTURA:
“Dios viene en persona y os salvará” (Isaías 35, 1-6a.10)

SALMO:
“Ven, Señor, a salvarnos” (Salmo 145)

SEGUNDA LECTURA:
“Fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca” (Santiago 5, 7-10)

EVANGELIO:
“¿Eres Tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” (Mateo 11, 2-11)

 

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!».
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Mirad, los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: "Yo envío a mi mensajero delante de ti, para que prepare tu camino ante ti". En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. 

Mateo 11, 2-11) 

¿QUÉ ESPERAMOS? 


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    Desde el Domingo de Ramos estamos diciendo que comprender algo es tomar conciencia de ello, tener una idea clara al respecto, captar el significado… Y que en nuestra vida hay cosas que comprendemos pero, otras veces, nos enfrentamos a situaciones que nos resultan incomprensibles. Pueden afectarnos directamente, o a alguien conocido, o a la sociedad… y nos cuestionan profundamente porque no sabemos cómo asimilarlas.

     
     

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    Seguimos contemplando desde la oración los últimos días de Jesús, porque queremos comprender mejor el núcleo de nuestra fe, y que los Misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor iluminen nuestra vida para vivirla plenamente desde la fe.

    El Domingo de Ramos nos dio una visión general de estos Misterios; el Jueves Santo nos adentró en el Misterio del Amor de Dios entregado hasta el extremo, y hoy estamos en el segundo día del Triduo Pascual, el Viernes Santo, que también tiene sus gestos y símbolos propios:

    Hoy no se celebra la Eucaristía; el altar está desnudo por completo; los Oficios comienzan en completo silencio y el presbítero se postra rostro en tierra ante el altar; tras la liturgia de la Palabra, la oración universal es también más extensa; a continuación tiene lugar la adoración de la Cruz, que se lleva al altar cubierta con un velo, y se va descubriendo poco a poco; para comulgar, el Santísimo Sacramento es trasladado desde el Monumento; los Oficios terminan con una oración, sin la despedida habitual, y todos salen en silencio.

    De nuevo para la gran mayoría de los que estamos aquí, esta celebración nos es conocida. Pero, para no quedarnos en una mera repetición de unos ritos y gestos exteriores, nos seguimos preguntando si comprendemos de verdad lo que significan esos ritos y gestos.

    La austeridad de la liturgia de hoy tiene como objetivo adentrarnos en el Misterio de la Cruz, un Misterio que siempre nos resulta incomprensible.

    Nos resulta incomprensible ver a Jesús cargado con la Cruz; nos resulta incomprensible que quiera conquistar nuestro corazón amándonos hasta el extremo; nos resulta incomprensible que, clavado en la Cruz, sólo tenga palabras de perdón y de esperanza; nos resulta incomprensible que todo un Dios esté dispuesto a dar su vida por nosotros.

    Y lo incomprensible de Jesús en la Cruz nos lleva a lo incomprensible de las cruces humanas. Porque, aunque no lo queramos aceptar, la cruz está presente en nuestras vidas. Son muchísimas las personas que sufren y mueren, a menudo de una forma muy cruel, en unas cruces que ellos no han buscado, pero que forman parte de la condición humana, o se las ha impuesto la maldad de otros.

    La cruz, siempre incomprensible, está hoy aquí presente, pero no la cruz sola. La cruz sola, además de incomprensible, es terrible, sólo oscuridad y desesperación. Lo que hoy tenemos presente es a Jesucristo en la Cruz. Y con Él todo cambia, porque, aunque nos siga resultando incomprensible, Cristo es el único que puede dar sentido a la Cruz, a la suya y a la nuestra, a todas.

    Porque Jesús muere en la Cruz cada vez que alguien muere de hambre, o por la guerra, o en una patera, o víctima de la delincuencia, o del maltrato, o de una enfermedad incurable, o por la pobreza, o por una injusticia, o por una adicción, o por una enfermedad mental, o por un accidente, o por una catástrofe natural, o simplemente por ser cristiano en algunos países.

     
     

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    Por mucho que queramos tenerlo todo controlado, la cruz siempre está y estará presente en nuestra vida, y siempre nos resulta y resultará incomprensible. Esta tarde, pedimos al Señor que la fe en Él nos dé fuerza para llevar la Cruz, o para acompañar a quienes la sufren con especial dureza, como supieron hacerlo María y las otras mujeres, cuando permanecieron al pie de la Cruz del Señor.

    Hoy adoramos la Cruz pero con Jesús, porque, también de un modo incomprensible, Él está y estará presente en esas cruces. Y nos enseña que, a pesar de todo el sufrimiento que hay en el mundo, la muerte no tiene la última palabra. Ésta es la razón de nuestra esperanza: Jesús nos ha mostrado que, tras la pasión y la cruz, habrá después una tumba vacía y resurrección.

     
     

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