Entrevistas III Asamblea ACG: Carlos García de Andoin

Carlos García de Andoin




 

1.- Por favor preséntese, ¿quién es?, ¿de dónde viene?
Me llamo Carlos García de Andoin, tengo 54 años, nacido en Bilbao. Estoy casado con Maite, con dos hijos, Pello de 18 y Jone de 16. Vivo en Sestao, municipio de la margen izquierda del Nervión de tradición fabril y obrera. Estoy comprometido políticamente con el PSOE, desde el grupo federal Cristianos Socialistas, habiendo ejercido como coordinador federal de este grupo, como concejal en Sestao y como asesor en Vicepresidencia de Gobierno. En la actualidad desempeño la responsabilidad de director del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral.

2.-¿Pertenece a Acción Católica o forma parte de alguna asociación eclesial?
Si, soy miembro de EKO-ACG de Sestao (Bizkaia). He pasado por varios movimientos de AC. Fui militante de la JEC por cinco años en la Universidad; luego, por 7 años, acompañante de JOC; luego promotor de Geideak-Movimiento Diocesano de Jóvenes, que confluyó con MJAC, durante 4 años y soy miembro de ACG desde la refundación. Además he tenido relación con HOAC, pues la tesina de licenciatura de Teología la hice comparando el modelo de presencia pública de la HOAC con el de Comunión y Liberación y es Ediciones HOAC la que me publicó dos libros, “El anuncio explícito de Jesucristo” y “Laicos Cristianos, Iglesia en el Mundo”. Vamos que llevo en Acción Católica desde 1982, 35 años.

3.- ¿Ha tenido la oportunidad de profundizar en el material ‘Laicos de parroquia caminando juntos’? ¿Qué le ha parecido?
En conjunto me gusta el documento. Me siento identificado con las opciones eclesiales y evangelizadoras de la AC que se proponen, así como con el lenguaje. Me gusta la apuesta por un laicado vocacionalmente vivido con espíritu de salida al mundo.
Está bien la pretensión de estrechar parroquia y AC, en el sentido de una AC como cauce habitual de formación y asociación de los laicos y laicas de la diócesis. Una AC radicada en la parroquia tienes más posibilidades de fermentar una Iglesia misionera y transformadora.
Me ha gustado la centralidad que propone a Laudato Si, la ecología integral y a Caritas in Veritate, el amor inter-personal, sacramental y político, como prioridades y modo de nuestro compromiso. 

4.- Nos hemos propuesto caminar con los laicos de parroquia para generar una cultura vocacional que nos lleve a ser discípulos misioneros, ¿dónde cree que deberíamos poner mayor fuerza y hacia dónde considera que podríamos avanzar?
Sugiero tres cosas. La primera, fortalecer la pregnancia evangélica de nuestra vida, de la organización y del compromiso. La presión secularizadora es fuerte y sólo seremos sal y luz si nuestra vida, la de cada una y cada uno, arraiga teologalmente en Dios en quien vivimos, nos movemos y existimos.
La segunda, el compromiso social desde los pobres y las víctimas como parte del kerigma, que dice Evangelii Gaudium. No son separables fe y compromiso. Hemos de preservar la dimensión transformadora y política del compromiso. La necesidad de impulsar el cambio de las personas, pero también de los ambientes y las estructuras sociales, como planteaba Evangelii Nuntiandi.
La tercera, la necesidad de promover una presencia pública como tal de la AC, misionera y transformadora. Es algo que hay que instrumentar. Por ejemplo, al igual que se habla del proyecto personal de vida cristiana, podría proponerse un proyecto de acción del equipo parroquial en la iglesia y en la sociedad. Y esto también a nivel de movimiento, un plan de presencia comunitaria o colectiva.

5.- Nos planteamos dos retos fundamentales para nuestro encuentro con la sociedad de hoy: El diálogo con la increencia y el desarrollo de una ética común, ¿cuál piensa que es el papel de las parroquias en estos dos retos?
Me parecen dos retos claves. Primero porque es lo evangélico. Me viene la imagen de Jesús al encuentro de la Samaritana, en la que va profundizando progresivamente en el diálogo, desde el respeto, hasta llegar a las necesidades más hondas de la persona. También la parábola del buen samaritano, en la que la persona religiosa no es la que socorre al pobre hombre apaleado, sino precisamente la que supuestamente no lo es.
En segundo lugar, porque los cristianos, que estamos pasando de ser la mayoría a ser una minoría en la sociedad, no podemos caer en la autoafirmación del gueto. Hemos de construir la humanidad nueva mano a mano con todos los hombres y mujeres de buena voluntad. El mismo encuentro, diálogo y colaboración desde la diversidad, es anticipo del reino por venir.
La parroquia, que no es un club, que no pide afiliación para entrar ni explicaciones al salir, tiene enormes posibilidades para el encuentro. En la construcción de una ética común, la parroquia, ante todo es un lugar de praxis. Además, socialmente reconocible, de solidaridad, inclusión y acogida. El reto es abrir la comunidad cristiana más activamente, más inclusivamente, a las personas que sufren cualquier tipo de exclusión y que también tienen pueden tener necesidad de Dios. Los transeúntes invitados a la mesa en Nochebuena en Santa María in Trastevere es un elocuente signo.  

6.- ¿Cómo cree que podemos conseguir una implicación coherente de los cristianos en el mundo del trabajo, la familia, la política, la cultura?
Primero, siendo parte de estos mundos, viviéndolos desde dentro, como algo propio no ajeno. Segundo, viviendo religiosamente lo profano. Ahí, en ellos, está Dios, en medio, aunque no haya acotados sagrados. Incluso en la maldita política. Así que nada de salirse de ellos. Ni de rechazarlos como algo menos divino. El trabajo, también el diseño de fabricación mecánica, es respuesta a la vocación a colaborar con Dios en la tarea de la Creación. Depende de cómo lo vivas. Y criar y educar hijos, y hacer familia, como le gusta a Dios ¡vaya compromiso de total entrega! -aunque no estés metido en el local parroquial y disfrutes del encuentro sexual-. Tercero, oídos atentos a las llamadas de Dios, hacernos cargo de la realidad y encargarnos de ella. Con entrega, sin evasivas, ni disculpas. Metida en el seguimiento, El mismo Jesús te lleva y te conduce. Cuarto, en comunidad, para tener apoyo cuando parezca que el maligno te vence y para celebrar –siempre en compañía, alrededor de la mesa- el camino andado, el reino de Dios más presente.

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