• Preparando el domingo adultos

Preparando el Domingo (Adultos y Jóvenes)

SEMANA SANTA

JUEVES SANTO

“LOS AMÓ HASTA EL EXTREMO” 

8 de marzo de 2024

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Domingo

PRIMERA LECTURA:
“Prescripciones sobre la cena pascual” (Éxodo 12, 1-8.11-14)

SALMO:
“El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo” (Salmo 115)

SEGUNDA LECTURA: 8, 3
“Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor” (1 Corintios 11, 23-26)

EVANGELIO:
“Los amó hasta el extremo” (Juan 13, 1-1)

 

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro y este le dice: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?». Jesús le replicó: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». Pedro le dice: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Simón Pedro le dice: «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza». Jesús le dice: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos». Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

(Juan 13, 1-1)

COMPRENDER LA EUCARISTÍA


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    El Domingo de Ramos dijimos que comprender algo es tomar conciencia de ello, tener una idea clara al respecto, captar el significado… Y que en nuestra vida hay personas, cosas y hechos que comprendemos; otras veces nos cuesta comprender, pero eso no impide que esas personas, cosas y hechos formen parte de nuestra vida; pero también hay personas, cosas y hechos que nos resultan incomprensibles, y que nos cuestionan en lo exterior y en nuestro interior. Este último caso se produce, sobre todo, cuando se trata de personas a las que conocemos y que, en un momento dado, hacen o dicen algo que nos sorprende y no comprendemos la razón de sus palabras u obras.

     
     

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    Durante la Semana Santa estamos contemplando desde la oración los últimos días de Jesús, para desarrollar nuestra capacidad de comprensión y asimilar eso que nos resulta incomprensible, porque queremos comprender mejor el núcleo de nuestra fe, y que los Misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor iluminen nuestra vida para vivirla plenamente desde la fe.

    El Domingo de Ramos nos dio una visión general de estos Misterios, y hoy estamos en el primer día del Triduo Pascual, el Jueves Santo, una celebración que tiene sus gestos y símbolos propios.

    La Eucaristía se celebra sólo por la tarde; durante el canto del Gloria se hacen sonar las campanas (que no vuelven a sonar hasta el Gloria de la Vigilia Pascual); se realiza el gesto del lavatorio de los pies; terminada la celebración, se lleva el Santísimo Sacramento hasta el Monumento preparado, para que los fieles puedan adorarlo; también se despoja el altar donde se ha celebrado la Eucaristía; no se encienden velas ante las imágenes de la Virgen o de los santos…

    Como ocurre con el Domingo de Ramos, para la gran mayoría de los que estamos aquí, esta celebración nos es conocida, la hemos celebrado muchas veces. Pero, para no quedarnos en una mera repetición de unos ritos exteriores, hoy debemos dejarnos interpelar profundamente por la pregunta que Jesús ha hecho a sus discípulos: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?”. Aunque nos resulta conocido, ¿podemos afirmar que comprendemos lo que esta tarde estamos celebrando?

    Hemos escuchado en la 2ª lectura el relato más antiguo de la institución de la Eucaristía. Y san Pablo comenzaba diciendo: “Yo he recibido una tradición, que procede del Señor, y que a mi vez os he transmitido…”. ¿Comprendemos la grandeza de la Eucaristía? ¿Comprendemos que no es ‘oír Misa’, ni un simple rito, sino una Tradición en el sentido latino de la palabra, algo que los cristianos hemos ido recibiendo y transmitiendo, directamente desde el Señor? ¿Comprendemos que estamos repitiendo sus mismos gestos y sus mismas palabras, y que ‘cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz’ nos hacemos ‘contemporáneos’ de Jesús, Él se hace presente y entramos en comunión con Él?

    En el Evangelio, Jesús, “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. ¿Comprendo este amor tan grande? ¿Me siento amado por Él de este modo?

    Y, como concreción de ese amor, Jesús “se quita el manto y, tomando una toalla, se pone a lavarles los pies a los discípulos”: ¿Comprendemos lo que significa esta acción? Jesús nos ha dicho: “Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”. ¿Comprendemos que ese ‘lavarnos los pies unos a otros’ debemos concretarlo de palabra y de obra en la vida cotidiana? ¿Comprendemos las actitudes interiores de servicio y amor que requiere seguir el ejemplo que el Señor nos ha dado?

     
     

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    Es mucho lo que se condensa en esta celebración: la institución de la Eucaristía, la institución del Orden Sacerdotal y el día del Amor Fraterno. Y seguramente no somos capaces de comprender el significado profundo de todo ello Por eso, el Señor también nos dice, como a Pedro: “Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde”. Hoy, o mañana, cuando estemos frente al Monumento y tengamos nuestro rato de oración ante el Señor, pidamos al Señor que nos ayude a comprender que la Eucaristía es ‘comunión’ con Él. Sintámonos hoy especialmente unidos a Él, y por Él sintámonos unidos los unos a los otros. Y que manifestemos su amor “hasta el extremo” mediante el servicio y la entrega, ‘lavándonos los pies’ unos a otros.

     
     

 

VIERNES SANTO

“LOS AMÓ HASTA EL EXTREMO” 

29 de marzo de 2024

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Domingo

PRIMERA LECTURA:
“Él fue traspasado por nuestras rebeliones” (Isaías 52,13-53,12)

SALMO:
“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Salmo 30)

SEGUNDA LECTURA: 8, 3
“Aprendió a obedecer; y se convirtió, para todos lo que le obedecen, en autor de salvación” (Hebreos 4,14-16;5,7-9)

EVANGELIO:
“Pasión de nuestro Señor Jesucristo” (Juan 18,1-19,42)

 

Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado “de la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota) donde lo crucificaron; y con él a otros dos uno a cada lado, y en medio a Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: JESÚS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS.
Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego.
Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato:
- No escribas “El Rey de los judíos” sino “este ha dicho: Soy el rey de los judíos”.
Pilato les contestó:
- Lo escrito, escrito está.
Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a bajo. Y se dijeron:
- No la rasguemos, sino echemos a suerte a ver a quién toca.
Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”.
Esto hicieron los soldados.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre María de Cleofás, y María la Magdalena. Jesús al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
- Mujer ahí tienes a tu hijo.
Luego dijo al discípulo:
- Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa
Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
- Tengo sed.
Había allí un jarro de vinagre. Y sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca, Jesús, cuando tomó el vinagre dijo:
- Está cumplido.
E inclinado la cabeza, entregó el espíritu”.

(Juan 18,1-19,42)

LA CRUZ ES INCOMPRENSIBLE


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    Desde el Domingo de Ramos estamos diciendo que comprender algo es tomar conciencia de ello, tener una idea clara al respecto, captar el significado… Y que en nuestra vida hay cosas que comprendemos pero, otras veces, nos enfrentamos a situaciones que nos resultan incomprensibles. Pueden afectarnos directamente, o a alguien conocido, o a la sociedad… y nos cuestionan profundamente porque no sabemos cómo asimilarlas.

     
     

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    Seguimos contemplando desde la oración los últimos días de Jesús, porque queremos comprender mejor el núcleo de nuestra fe, y que los Misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor iluminen nuestra vida para vivirla plenamente desde la fe.

    El Domingo de Ramos nos dio una visión general de estos Misterios; el Jueves Santo nos adentró en el Misterio del Amor de Dios entregado hasta el extremo, y hoy estamos en el segundo día del Triduo Pascual, el Viernes Santo, que también tiene sus gestos y símbolos propios:

    Hoy no se celebra la Eucaristía; el altar está desnudo por completo; los Oficios comienzan en completo silencio y el presbítero se postra rostro en tierra ante el altar; tras la liturgia de la Palabra, la oración universal es también más extensa; a continuación tiene lugar la adoración de la Cruz, que se lleva al altar cubierta con un velo, y se va descubriendo poco a poco; para comulgar, el Santísimo Sacramento es trasladado desde el Monumento; los Oficios terminan con una oración, sin la despedida habitual, y todos salen en silencio.

    De nuevo para la gran mayoría de los que estamos aquí, esta celebración nos es conocida. Pero, para no quedarnos en una mera repetición de unos ritos y gestos exteriores, nos seguimos preguntando si comprendemos de verdad lo que significan esos ritos y gestos.

    La austeridad de la liturgia de hoy tiene como objetivo adentrarnos en el Misterio de la Cruz, un Misterio que siempre nos resulta incomprensible.

    Nos resulta incomprensible ver a Jesús cargado con la Cruz; nos resulta incomprensible que quiera conquistar nuestro corazón amándonos hasta el extremo; nos resulta incomprensible que, clavado en la Cruz, sólo tenga palabras de perdón y de esperanza; nos resulta incomprensible que todo un Dios esté dispuesto a dar su vida por nosotros.

    Y lo incomprensible de Jesús en la Cruz nos lleva a lo incomprensible de las cruces humanas. Porque, aunque no lo queramos aceptar, la cruz está presente en nuestras vidas. Son muchísimas las personas que sufren y mueren, a menudo de una forma muy cruel, en unas cruces que ellos no han buscado, pero que forman parte de la condición humana, o se las ha impuesto la maldad de otros.

    La cruz, siempre incomprensible, está hoy aquí presente, pero no la cruz sola. La cruz sola, además de incomprensible, es terrible, sólo oscuridad y desesperación. Lo que hoy tenemos presente es a Jesucristo en la Cruz. Y con Él todo cambia, porque, aunque nos siga resultando incomprensible, Cristo es el único que puede dar sentido a la Cruz, a la suya y a la nuestra, a todas.

    Porque Jesús muere en la Cruz cada vez que alguien muere de hambre, o por la guerra, o en una patera, o víctima de la delincuencia, o del maltrato, o de una enfermedad incurable, o por la pobreza, o por una injusticia, o por una adicción, o por una enfermedad mental, o por un accidente, o por una catástrofe natural, o simplemente por ser cristiano en algunos países.

     
     

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    Por mucho que queramos tenerlo todo controlado, la cruz siempre está y estará presente en nuestra vida, y siempre nos resulta y resultará incomprensible. Esta tarde, pedimos al Señor que la fe en Él nos dé fuerza para llevar la Cruz, o para acompañar a quienes la sufren con especial dureza, como supieron hacerlo María y las otras mujeres, cuando permanecieron al pie de la Cruz del Señor.

    Hoy adoramos la Cruz pero con Jesús, porque, también de un modo incomprensible, Él está y estará presente en esas cruces. Y nos enseña que, a pesar de todo el sufrimiento que hay en el mundo, la muerte no tiene la última palabra. Ésta es la razón de nuestra esperanza: Jesús nos ha mostrado que, tras la pasión y la cruz, habrá después una tumba vacía y resurrección.

     
     

 

VIGILIA PASCUAL DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

“JESÚS EL NAZARENO, EL CRUCIFICADO, HA RESUCITADO” 

30 de marzo de 2024

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Domingo


“Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno” (Génesis 1,1-2,2)
“El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe” (Génesis 22, 1-18)
“Los hijos de Israel entraron en medio del mar, por lo seco” (Éxodo 14,15-15,1a)
“Con amor eterno te quiere el Señor, tu libertador” (Isaías 54, 5-14)
“Venid a mí, y viviréis. Sellaré con vosotros una alianza perpetua” (Isaías 55, 1-11)
“Camina al resplandor del Señor”(Baruc 3,9-15.32-4,4)
“Derramaré sobre vosotros un agua pura, y os daré un corazón nuevo” (Ezequiel 36, 16-17ª.18-28)
“Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más” (Romanos 6, 3-11)
“Jesús el Nazareno, el crucificado, ha resucitado” (Marcos 16, 1-7)

 

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús.   Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro.   Y se decían unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?».   Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida y eso que era muy grande.   Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas. Él les dijo:   «No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.   Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro: "El va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo"».

(Marcos 16, 1-7)

SEGUIMOS PERPLEJOS


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    Todos, en alguna ocasión, hemos vivido situaciones que nos han dejado perplejos. Hemos visto alguien o algo que nos ‘descoloca’, que rompen nuestros esquemas mentales, incluso el orden natural de las cosas. Cuando esto nos ocurre, normalmente nos quedamos quietos y sin saber qué decir, porque no sabemos cómo reaccionar, no encontramos una explicación lógica a eso que estamos viviendo. Durante algún tiempo le daremos vueltas a la cabeza, buscando una respuesta, pero lo más normal es que acabemos aceptándolo, aunque nos resulte incomprensible.

     
     

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    Durante la Semana Santa hemos contemplado desde la oración los acontecimientos de la vida de Jesús que constituyen el núcleo de nuestra fe. El Domingo de Ramos, conmemorando la entrada de Jesús en Jerusalén, ya se nos advertía que “estas cosas no las comprendieron sus discípulos al principio…”. Y asumíamos el reto de comprender mejor los Misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, para que iluminen nuestra vida y así vivirla plenamente desde la fe.

    El Jueves Santo nos invitó a preguntarnos si comprendemos que Jesús instituyese la Eucaristía y realizase el lavatorio de los pies a sus Discípulos. El Viernes Santo nos encontramos ante lo incomprensible de la Cruz, tanto la de Jesús como las cruces humanas. Y esta noche/hoy nos situamos ante algo todavía más humanamente incomprensible: la Resurrección del Señor.

    Los Evangelios de la Vigilia y del día nos narran hasta qué punto este hecho dejó perplejos a los discípulos. La Resurrección de Jesús no sólo no era algo que esperaban, es que ni siquiera se les había pasado por la cabeza: “Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús… y se decían unas a otras: ‘¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?’”. Su intención era cumplir los últimos ritos funerarios con el cuerpo de Jesús, ya que no habían podido llevar a cabo el viernes por falta de tiempo, y su preocupación era poder hacerlo.

    Pero se encuentran con una situación que las deja perplejas: “Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida… Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco… Él les dijo: ¿Buscáis a Jesús, el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron”.

    Podemos hacernos una idea de cómo se sintieron: están en el lugar correcto, pero lo cierto es que el cuerpo de Jesús no está: “Mirad el sitio donde lo pusieron”. No hay una explicación ‘lógica’ ni para lo que ven ni para lo que oyen, y sólo les queda hacer lo que se les ha dicho: “Id a decir a sus discípulos…”.

    Ellas no comprenden lo que está ocurriendo, por eso, como escuchamos en el Evangelio del día, María la Magdalena se limita a decir: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.

    Es el turno ahora de Simón Pedro y al otro discípulo, que corren juntos hacia el sepulcro de Jesús. Lo encuentran abierto y, además, “los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte”. También podemos imaginar la perplejidad de Pedro y del otro discípulo, y las preguntas que se harían tratando de encontrar una explicación a la ausencia del cuerpo de Jesús. Porque, por sí solos, ni el sepulcro vacío, ni los lienzos tendidos, ni el sudario enrollado son una prueba de lo que ha ocurrido. Hace falta algo más.

    Y la clave nos la ha ofrecido también el Evangelio: “el otro discípulo, a quien Jesús amaba, vio y creyó. Porque hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos”. La fe en el anuncio del ángel, fundamentada en la Escritura y alimentada por el amor al Señor y el testimonio de los discípulos, es el camino para acoger eso incomprensible y que nos deja perplejos: la Resurrección de Jesús. Y “así también nosotros andemos en una vida nueva”, como dice san Pablo.

     
     

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    Hemos vivido la Semana Santa desde la fe, porque queríamos comprender estos Misterios. Pero esta noche/hoy estamos celebrando que Dios nos desborda y que siempre habrá cosas que nos resultarán incomprensibles. Pero eso no es un obstáculo, sino al contrario, es una garantía de que Dios no es una invención nuestra, una proyección de nuestros deseos, porque como dijo san Agustín: ‘Si fuéramos capaces de comprenderlo no sería Dios’. Por eso, aunque no comprendamos, aunque lo que esta noche/hoy celebramos nos deje perplejos y no nos entre en la cabeza, desde la fe sí podemos acoger y vivir la Buena Noticia: “¡Ha resucitado!”.

     
     

 

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